Burriana: Cuna de las Clementinas que Conquistaron el Mundo
La historia de las clementinas de la Plana es mucho más que un relato de innovación agrícola; es un homenaje al legado de Burriana, el lugar donde comenzó todo. Fue en la década de 1920 cuando el abogado burrianense José González Melo marcó un hito en la agricultura al traer desde Orán, Argelia, las primeras clementinas finas. Con visión y audacia, propagó esta variedad en un campo ubicado junto a la emblemática ermita del Clot de la Mare de Déu, un enclave profundamente arraigado en la identidad local. Este terreno, que hoy pertenece a la familia del doctor Vicente Castillo, se erigió como el punto de partida de una tradición agrícola que cambiaría para siempre la historia de los cítricos.
Los agricultores de Burriana y la Plana, cautivados por la peculiaridad de estas clementinas sin semillas, comenzaron a injertar sus campos con yemas procedentes de la finca de González Melo. Este gesto marcó el nacimiento de la clementina moderna, aunque los inicios no fueron fáciles. Los primeros árboles de clementina fina enfrentaron desafíos como baja productividad y frutos pequeños, lo que llevó a algunos agricultores a experimentar con otras variedades.
Sin embargo, el carácter resiliente de los agricultores burrianenses quedó demostrado tras la devastadora helada de 1946. Este evento obligó a los campos de la región a ser severamente podados, una acción que desencadenó un inesperado renacimiento agrícola.
El auge de las clementinas en Burriana y la Plana continuó con fuerza, y en 1953, esta tierra volvió a ser protagonista de otro gran logro: la aparición de la Clemenules, una mutación espontánea que ofrecía frutos más grandes y con características ideales para el mercado. Esta variedad, originada en el corazón de la comarca, se convirtió rápidamente en la preferida de España y conquistó mercados internacionales, desde Sudáfrica hasta Chile.
Hoy, las clementinas no solo representan el fruto del esfuerzo agrícola, sino también el orgullo de Burriana. Esta ciudad no solo dio origen a la tradición, sino que sigue siendo un símbolo de la innovación y la calidad que distingue a la agricultura de la Plana. Gracias al espíritu emprendedor de sus agricultores, Burriana ha dejado una huella imborrable en la historia de los cítricos y continúa siendo el epicentro de una cultura agrícola que ha conquistado el mundo.
